"CRIATURAS ABISALES" Tercera exposición individual del artista plástico Vladimir Velázquez, en la Universidad APEC.
Noche de apertura de la muestra del artista plástico Vladimir Velázquez, palabras de bienvenida de parte del artista Alberto Bass y el arquitecto César Iván Feris Iglesias Presidente de APEC Cultural.
Vladimir Velázquez dice unas palabras.
Vladimir Velázquez y la Licenciada Ruth Herrera
Paloma Velázquez Freixas, Fernando Cid Tio y Maya Velázquez.
El Licenciado Élvis Soto subdirector de la Biblioteca Juan Pablo Duarte del Banco Central.
Vladimir Velázquez conversa con el filósofo y profesor de estética Fidel Munnig
El músico chelista Francois Bauhaud , Oneida Abreu, el artista plástico Alberto Bass, el maestro Manuel Montilla, Vladimir Velázquez, César Iván Feris Iglesias y Natividad Abad.
El maestro Julián Amado y el profesor y artista Luis Alberto Rodríguez Santos.
El maestro Julián Amado Ortiz, el artista Vladimir Velázquez, la artista Verouschka Freixas y Maya Velázquez Freixas y Paloma Velázquez Freixas.
Palabras
de apertura de la exposición: “Criaturas abisales”.
1ro de Octubre 2015, salones de APEC Cultural.
Por Vladimir Velázquez.
Amables damas y caballeros, muy
buenas noches.
Antes de entrar en materia quiero
agradecerles muy cordialmente a todos ustedes por estar aquí presentes. Primero deseo agradecer a Dios que es quien
posibilita todas las cosas; quiero agradecer también a mi familia en nombre de
mi esposa Verouschka Freixas, a mis dos hijas Maya y Paloma y de mi madre María
por todo el apoyo y el amor que me han brindado para realizar mis proyectos y
ser quien les habla mejor persona; y siempre agradecer, en la gloria esté, el
alma de mi amado padre Miguel Ángel Velázquez Mainardi, memoria que siempre
venero y que ha sido y será mi modelo
personal a seguir.
Quienes me han antecedido en la
palabra, los buenos amigos César Iván Feris Iglesias y Alberto Bass, hablaron muy
elogiosamente, mucho más de lo que creo merecido por mi obra artística y mi
persona (quizás se deba por el entrañable cariño y respeto de la amistad que hacia
mí profesan), y creo que no sería justo para ustedes el seguir escuchando, por
parte mía, una larga perorata que explique lo que uno se propuso hacer de su
trabajo como creador, primero porque soy de los que considera que la obra artística,
si posee algún valor, es ella misma la que debe justificarse, y en segundo
lugar, porque al ser quien les habla, el que las concibió y trabajó hasta darle
terminación, caería en el juicio de
valor distorsionado que solemos tener la mayoría de los padres para con
nuestros propios hijos, esto es, o de valorarlos con la más absoluta
indulgencia, o por el contrario, tener las más profundas reservas críticas y de rechazo hacia ellos, por lo que hacerse un
juicio objetivo sobre la propia labor se torna bastante cuesta arriba.
Por tanto, es preferible que tal como solemos
hacer con nuestros hijos cuando estos llegan a la adultez y están educados y
logran emanciparse, que ellos mismos, los hijos, sean los que busquen enrumbar
sus propios destinos y justificarse ante la vida, no nosotros los padres, ya
que, parangonándolo con el arte, por más palabras e ideas que se viertan para
tratar de potabilizar y, por tanto, explicar la propia labor, hay, esto sí, un
principio incuestionable que demuele cualquier tentativa en ese tenor que
además no escapa a cualquier consideración ajena de lo estrictamente estético, esto
es: “lo que es bueno es bueno, y lo que es malo, malo”.
Sin embargo, amable público, me
gustaría expresar ante el presente auditorio y con la oportunidad que me brinda
esta importante institución, APEC Cultural, en el marco de esta exposición
individual, el poder conversar sobre algunas aspectos importantes frente a los
jóvenes aquí presentes –para mí la parte esencial hacia quienes va dirigida
esta muestra- y cuya vocación, no me cabe la menor duda, son las artes
visuales, y es que independientemente se expresen ustedes en el lenguaje, la
técnica y el modo que fuere, ustedes jóvenes, tienen el enorme y sagrado compromiso
de ser testigos de su tiempo, lugar de origen y circunstancia, y esto no lo
digo para que se limiten como creadores a fin de convertirse necesariamente en
críticos o denunciantes de las injusticias sociales, políticas o humanitarias a
través de su obra, no; porque sé muy bien que la primera y más importante labor
del artista, con la que nunca se debe transigir sobre todas las cosas, es la de
hacer una obra que esté bien hecha, que sea irreprochable desde el punto de
vista estético, en la que haya un compromiso fundamental y exclusivo con la
calidad, ya que para todo lo demás, bien lo sé, está el documento histórico y la
prensa en sus más variadas manifestaciones, contando por supuesto con las redes
sociales; empero, y esto no es menos cierto, y es que cuando el artista se
convierte en un testigo de su tiempo y sabe expresar de manera vívida todo cuanto
le acontece a su alrededor, se cristaliza ese principio, creo que axiomático,
el cual se le atribuye al gran novelista ruso León Tolstoy, el cual reza:
“describe tu aldea, y hablarás del mundo”.
No es un secreto para nadie que hoy
día vivimos momentos aciagos, de suma dificultad para una civilización que se
desmorona a ojos vista, en donde los engranajes de la maquinaria devoradora de
hombres ha sido sustituida por modos aún más eficaces y sutiles de
productividad en detrimento de nosotros, en un aislamiento cuasi solipsista de
enajenación devoradora de voluntades y creadora de necesidades espúreas, en
donde los cambios abruptos en la manera de ser y de pensar, aunado a la
carencia total de utopías e ideales para tratar de crear un mundo mejor y más
justo, libre de las lacras que siempre han lastrado a la humanidad, es decir,
de la pobreza, la enfermedad, el hambre, la guerra, la ignorancia, entre muchas,
nos han llevado por un camino sin salida que afirma la muerte de Dios (no la
idea nietzcheana expresada en el fin de los dioses en pro del hombre superior o
super hombre que ayuda con su sabiduría a trascender a la humanidad), sino la
muerte de todo valor que como género nos ha posibilitado sobrevivir a mil y una calamidades, pero que hoy, con la
muerte de Dios o los dioses que tutelaban nuestro destino, decidimos matarlo
para entronizar uno nuevo en el más alto vértice de la pirámide de la idolatría
humana y que tan acertadamente denominó Giovanni Papini, como la hez del
diablo: “El dinero”; dios que está llevando a toda la civilización planetaria,
conjuntamente con toda la naturaleza a un progresivo proceso de aniquilación
para el cual no existe vuelta atrás, en donde los cuantiosos recursos e
intereses de una minoría voraz e insaciable, mantiene en jaque a las grandes
mayorías hambreadas y depauperadas de todo el orbe.
Porque si bien es cierto, tal como
han esgrimido innumerables pensadores e intelectuales de fuste en que plantean
que nunca antes en la historia de la civilización humana no se había gozado de
tanto bienestar, confort y una calidad de vida que era privativa en tiempos
pasados únicamente por los miembros de la nobleza y los grandes comerciantes y
banqueros del Renacimiento, por ejemplo, no es menos cierto que los hechos que
están ocurriendo en numerosas partes del mundo así lo desmienten: Ahí está la
enorme masa de refugiados por el hambre, la miseria y la guerra que recalan en la rica y opulenta
Europa occidental de sus países de origen: Siria y todo el medio oriente, Asia,
África, etc., ahora mismo frenados porque no desean más gente que pueda
desestabilizar el status quo de dichas naciones civilizadas y opulentas; siendo
por igual nosotros testigos de primera fila de la llamada “desaceleración” de
las grandes economías debido a ingentes factores socio-políticos complejísimos que,
día a día, afectan a millones de personas que habían adoptado a pies juntillas falaces
recetas sobre economía de mercado sin regulación (el neoliberalismo o
capitalismo salvaje), y las cuales supuestamente iban a beneficiar la
denominada movilidad social de las clases más vulnerables a un estado superior
de bienestar y consumo, y que al alcanzar “supuesta” movilidad, de manera
alarmante ven que sus progresos, cual Sísifo y su fatal piedra, van directo, vía
caída libre por al despeñadero de la miseria y la banca rota, con la
subsecuente frustración y peligro de cruentos estallidos sociales (véase lo que
ha conllevado el desastre de la burbuja bursátil de Wall Street en 2008, en
donde no ha habido, que yo sepa, ni una
sola sanción judicial a sus responsables o un solo preso, con el subsiguiente
descalabro de muchas economías de países del primer mundo y de los países
emergentes, como ahora está sucediendo con ese gigante que es Brasil).
Estamos siendo más que testigos y
espectadores de primera fila, verdaderos actores del desastre medioambiental
que nuestra civilización hipertecnologizada e
hiperconectada, dizque “postindustrial” ha generado (porque no llego a
entender ese término, cuando necesariamente hay que extraer todavía las
materias primas para posteriormente transformarlas en herramientas de uso: un
carro, un avión, un chip, etc., y al perder su vida útil como herramienta
tecnológica, lo que no puede ser reutilizado, pasa a ser desechado en cualquier
territorio-basurero del mal llamado tercer mundo); a eso se añade los controles
y protocolos que pocas veces o nunca se cumplen, como el de las emisiones de
CO2 que destruyen la capa de ozono, lo que ha provocado un hoyo tan grande del
tamaño de América del norte y por donde se filtran los nefastos rayos
ultravioletas, responsables directos del llamado efecto invernadero. Si a ello le sumamos la cacería indiscriminada
de cetáceos por parte de países desarrollados dizque con tradición ballenera
(Japón, Dinamarca, Canadá, Rusia, etc.) los cuales han diezmado cientos miles,
tal vez millones de ejemplares y han puesto a esta especie al borde de la
extinció;, o lo que es una preocupación constante por catastrófica debido su
extrema vulnerabilidad como lo son la contaminación y desecación de las fuentes
hídricas de agua potable (lo que está generando a muy corto plazo, según el
escritor Ignacio Ramonet, las guerras del presente siglo), ya sea por la tala
indiscriminada del bosque húmedo y la selva tropical, o el uso de los acuíferos
como base para la minería a gran escala, actividad esta que, a la postre,
cuando las grandes empresas y el puñado de socios locales de los países en
donde se establecen sacan sus pingües beneficios económicos, sólo dejan miseria
y muerte en los lugares en donde se asentaron sus complejos mineros, y en donde
la naturaleza jamás vuelve a ser lo que una vez fue, nos percatamos de lo cerca
que estamos de las puertas del averno (y ojo avizor, amable público, con loma
Miranda porque nos quieren coger a todos de pendejos).
Si a este cúmulo de despropósitos le
agregamos, para poner la tapa al pomo, el del fanatismo religioso,
principalmente de un Islam exacerbado y fuera de control debido a la miopía de
cómo un occidente se dejó liderar torpemente hacia problemas regionales que
pudieron subsanarse con un empleo más efectivo
de la diplomacia y las negociaciones, y que sin embargo se trataron de la
manera más medalaganaria, arrogantemente compulsiva y carente tino a la que nos acostumbraron las
películas de cowboys y sus incursiones en el salvaje lejano oeste, en donde la
ley del más fuerte se impone a base de extorsión, linchamientos, sangre y mucho
fuego, entonces es que nos percatamos del porqué vuelve a perfilarse un suceso
anacrónico o quizás, para llamarlo de alguna manera, “neo-medieval”, con nuevas
cruzadas de sangre y de odio y un Estado Islámico (el EI o ISIS en sus siglas
en inglés) de reciente factura y que se está estructurando como un gran
califato, con todo y decapitaciones masivas en pleno siglo XXI, en donde ahora
el “infiel occidente” es el terreno de lucha para una gran Jihad o guerra santa:
hechos de barbarie que horripilarán con igual o mayor intensidad que el
fatídico 11 de septiembre.
A ello hay que agregar como poderoso ingrediente el descreimiento y
falta de fe del quehacer político en todas sus manifestaciones en la vida
ciudadana, principalmente en países como los nuestros, los denominados en vías
de desarrollo, en donde las promesas de campaña rara vez se ven materializadas
y el dinero público, el de ustedes y de quien les habla, es usufructuado para
los caprichos y los gustos de los mandatarios y gobiernos de turno, mientras
las eternas necesidades básicas de nuestros pueblos, esto es, de un trabajo
digno, de salud y educación universales, se alejan de la vista de los mortales como
un vívido espejismo en el desierto, y se convierten per sécula seculorum, en
simples eslóganes de campaña para captar más y más incautos.
No voy a seguir enumerándoles las
casi infinitas cosas que todos conocemos perfectamente al dedillo, no;
simplemente deseo decirles a todos ustedes amable público, particularmente a
ustedes jóvenes, a los artistas que se están formando y recién comienzan sus
carreras, que con todo este material en las manos, el cual desde luego es
inconmensurablemente mucho más extenso, pueden, si así lo desean, expresarlo todo, y por supuesto con el rigor
de la belleza que es característico del lenguaje poético de la plástica, brindar
un testimonio trascendente de la vida y
el mundo, sin tener que recurrir a todas esas banales y absurdas modas foráneas
de los ismos y la transculturación que
tanto daño le han infligido al arte dominicano a través de sus agentes de
penetración imperial, porque si bien es cierto que cualquier tema es sólo la
excusa para pintar, dibujar, modelar o esculpir, grabar o fotografiar una pieza
visual, no es menos cierto que el arte tiene una facultad exaltativa de
incontenible poder social y psicológico que puede liberar a los individuos y a los
pueblos, quitando trabas de la mente humana y hermanándonos a todos nosotros
como una raza de seres sintientes y pensantes que buscan trascender su leve
crisálida espacio-temporal, para así remontarnos más allá de las estrellas y
cuyo límite último es nuestra propia imaginación.
Muchas
gracias.
Excelente articulo. www.classificata.do
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