"Estocada de muerte al arte y burla a la inteligencia del público"

  



                                                            
                                                                                                      Por Vladimir Velázquez.

Damas y caballeros. 
A todo el amable público hoy reunido en esta prestigiosa Sala Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir.  Muy buenos días y gracias por estar aquí y hacer un esfuerzo para escuchar esta serie de ponencias en torno a una problemática, de las incontables que asolan a nuestro muy pobre e infortunado país, y la cual ha llevado al arte y la cultura nacional no a un callejón sin salida, no, eso es poco; sino a dar un irreflexivo salto al vacío que sin duda nos precipitará a un profundo e insondable despeñadero del que probablemente no saldremos indemnes, eso si quedamos con vida, y el cual ha sido propiciado por diversos agentes que, cual lazarillos diabólicos que guían a un pobre ciego a través de una atestada autovía (al público y a nosotros los artistas), han trastocado con banalidad, estulticia y vulgaridad todo cuanto tocan; y esos agentes que todos conocemos (los críticos, curadores, galeristas, gestores culturales, incumbentes gubernamentales, etc., con sus raras y notabilísimas excepciones), son los responsables absolutos del ridículo en que se encuentran las artes visuales hoy de la República Dominicana.  

            Como todos saben y no es un secreto para nadie, estoy participando en la actual edición de la XXVI Bienal de Artes Visuales, y por tal motivo, por un asunto de prurito personal de eso que mal se denomina hoy como ética, no había expresado públicamente mi parecer en torno a este tema, no vaya a pensarse, no sin razón, que lo que me mueve a expresarme de manera tan inconveniente sobre este tema es debido a la no obtención de un galardón o reconocimiento, pero en vista de que la insatisfacción es general, y ustedes, amable público lo saben, y las pocas opiniones que ha habido a través de los medios son bastante elocuentes (sino mírese el excelente articulo de Fernando Casanova publicado la semana pasada en el diario el Caribe, en el cual le pone los puntos sobre las íes), debido a la perplejidad que ha provocado las decisiones absurdas por burlescas por parte de los jurados, tanto a la hora de seleccionar así como de otorgar los premios, nos vemos ante la penosa obligación de manifestar lo que sinceramente sentimos y lo que consideramos la “VERDAD”, palabra esta hoy día demodé: “VERDAD”, porque nadie la usa en su real acepción, sobre todo ustedes, señores críticos y curadores, quienes con el fárrago de una malentendida además de malintencionada teoría artística que va más allá de todo lo inefable, porque linda con el disparate conceptual, se burlan siempre del público y de nosotros los artistas, “los artistas serios”, los creadores que creemos en el dominio profundo del oficio y en la tradición artesana de los medios, esto es, señores, el saber dibujar, la herramienta básica del artista la cual le permite conocer todos los entresijos para dominar las diversas técnicas en la realización de obras de arte, tales como la pintura, el grabado, la escultura, etc., y como no nos dejamos engañar con todos los caramelos envenenados y engañabobos que la maquinaria globalizada de este capitalismo salvaje decadente busca inocular en las mentes débiles, sobre todo en un medio limitado y pobre como lo es el nuestro, es que lo denunciamos responsablemente para que se sepa y se conjure un verdadero debate de ideas como excepcionalmente se está realizando en esta reunión hoy frente a ustedes, y no llegue a ser lo de siempre, un colectivo monólogo en donde sólo impera la arbitrariedad, cuando no, el denuesto y la descalificación a las ideas disidentes.

            Ciertamente he participado en esta XXVI Bienal Nacional, y como todo el mundo, aspiraba a concursar en buena lid, y, porqué no decirlo, hasta ganar, pues para eso se participa, y lo hice con una propuesta muy digna para dicho evento, con una obra, como la de muchos colegas también participantes, que me tomó no poco y empeño y esfuerzo de toda índole de acuerdo a mis recursos como artista, pero dicha obra me ha dejado la satisfacción de que su mensaje plástico, por lo menos, ha llegado a mucha gente que así me lo ha manifestado, haciendo hasta una amistad con una persona del extranjero, quien estando de pasada por el país, se dejó caer por la Bienal, y quedó fascinada con mi obra y removió cielo y tierra hasta conocerme y expresar su admiración por lo que allí expuse, siendo esto, amigos presentes, el mejor premio y satisfacción que pueda recibir un artista, es decir, de haber tocado con su arte una fibra profunda del espectador.

            Pero independientemente de todo esto, es terrible comprobar cómo la decisión del jurado (en este caso el de premiación) se ha inclinado, salvo una que otra excepción (como lo es el caso de la magnífica obra presentada por la joven pintora Citaly Miranda, quien merecía de veras un premio y no una mención), a piezas de dudoso o nulo valor artístico, como lo es el caso del gran premio, sino que todo el entramado conceptual, si se puede llamar así, se ha hecho girar  en decisiones extra artísticas de carácter retórico, casual, vacuo, banal y, peor aún, lo que sea escandaloso y vulgar, en donde una pieza eminentemente gay (y no tengo nada contra los gays, conste), cuyo tema y título es un evidente juego de palabras con lo obsceno, con aquello de usar la palabra en inglés: “Rape”(reip), violación o estupro, al “R-A-P-E” (de raspar) que se deja dicho para la fornicación en nuestro español dominicano, y que por asuntos de modas foráneas y vinculaciones clánicas en nuestro medio, fue honrado con un importante galardón que nunca debió otorgarse (y conste, es una obra técnicamente muy bien conseguida, pero el arte, así lo entienden la mayoría de los grandes tratadistas e investigadores del fenómeno artístico, no es solamente una capa epidérmica de simple virtuosismo técnico, sino que es algo mucho más profundo e importante aún, es una pulsión recóndita del alma que busca abrirse camino hacia los demás tratando de hacer del hombre una mejor criatura).          

            Es increíble el cómo se le ha ido quitando importancia a los lenguajes tradicionales y se le otorgue exageradamente a expresiones efímeras, como lo son las Instalaciones y los performance, a sabiendas que esas piezas u obras premiadas pasarán a formar parte de la colección del Museo de Arte Moderno, institución que necesita con urgencia engrosar su patrimonio artístico con obras de verdad, puesto que una acción performática así como una instalación lo único que quedan de ellas después de pasado el evento es un registro fotográfico o de video, preguntándome sinceramente yo, ¿Es que acaso queremos legarles a las generaciones futuras solamente recuerdos de archivos de “cosas” que ya no existen, o es que de deseamos dejarles obras artísticas concretas, de esas que perduren y que están realizadas con indudable maestría, obras estas de la que están colmados todos los museos del mundo, en donde todo el mortal que respire pueda apreciar la belleza de una “Venus de Milo” o el dramatismo del “Guernica de Picasso?

            ¿Es que vamos a seguir copiando fielmente la fanfarria del disparate que nos llega importada de las hoy en crisis “metrópolis culturales” (sino, mírese el desastre económico y moral que mantiene en protesta universal a los denominados “Indignados”), porque tenemos que estar a tono con la vanguardia y la frívola estulticia de la posmodernidad?

            Y no es la primera vez que hago estos señalamientos con entera responsabilidad a la opinión pública con todos los pelos y señales habidos y por haber, ya que hay sin duda un grupo de gente, no sé si mal intencionada o no, pero sí totalmente equivocada, que quiere imponer a la fuerza, tanto desde instituciones públicas y privadas, todos esos patrones importados que muestran el evidente declive del que hablo, obviando, ex profeso, la crítica de innumerables estudiosos e intelectuales de prestigio que han desenmascarado toda esta farsa que impera hoy en el arte contemporáneo, tanto de los antecesores hoy sacralizados como genios absolutos de la modernidad, llámense Duchamp, Beuys, Warhol, Basquiat, etc., a los diversos eventos de mucho renombre que hoy se tienen como paradigmas referenciales de lo que debe ser y hacerse en arte tales como Venecia, Kassel, Sao Paulo, etc., y eso ha sido traducido aquí a lo dominicano, con nuestro estilo carente de personalidad y con todos los ecos de una mentalidad digna de Guacanagarix, realizándose lo que ha sido una constante de más o menos una década a esta parte, una serie bodrios envueltos con una bella y aparentemente interesante envoltura, pero basura pestilente a fin de cuentas.

            ¿Cómo es posible, amable público, que en las bienales se obvie totalmente una disciplina tan difícil, exigente y bella como lo es la escultura, para darle cabida rotunda a las instalaciones?

            ¿Cómo es posible, que me lo expliquen porque no lo entiendo, que un mamarracho pésimamente concebido, peor realizado y oligofrénicamente  sustentado su parte conceptual por su autor (o autora, no sé), sea el acreedor del gran premio de la Bienal?

            ¿Quisiera que me explicaran, amables críticos y comentaristas aquí reunidos, por qué un disparate olímpico como ese, es el merecedor de tal reconocimiento, cuando yo, que me creo no sólo un conocedor, sino un hacedor de arte, no puedo verle nada, absolutamente nada, y sin entender todavía cuáles son dizque los evidentes méritos que los especialistas le ven?

            Y no crean que le tengo alguna animadversión personal a la artista autora de esa dizque “obra”, que por cierto, no tengo el gusto de conocer, sino que ya estamos hartos de tantas palabras doctorales, aparentemente expertas y cultas, y deseamos conocer, como dije en un comienzo, no sólo la verdad monda y lironda, esa verdad que logró atisbar el pajecillo del famoso cuento de Andersen: “El traje invisible del Rey”, sino buscar, cual Diógenes con su candil por toda Atenas, a una persona honesta, para que nos diga por qué una obra torpe y disparatada, sin ningún atisbo técnico ni mucho menos discurso conceptual, logre calar en la decisión de los jurados?

            No es posible, amable público, seguir trillando el mismo camino de mediocridad que de unos años a esta parte se ha ido enraizando en el principal evento cultural de la República Dominicana, la Bienal Nacional de Artes Visuales, en donde sólo la excelencia y la investigación estética más seria en el ámbito de la plástica y de las artes visuales es lo que debería primar y reconocerse sin ningún tipo de ambages e intención malsana, como lo es el otorgarles premios a lo que no sirve, por razones que todos conocemos, como ser el amiguito de…, o el tumba polvo o adulón  de... y hasta al amante de...

                Por último, para no cansarlos, debo decir que no vale la pena ni se hace nada para  que se cambien las reglas de la Bienal, o bien se haga esto o aquello, puesto que por muy maravillosos que puedan ser los reglamentos que se editen para eventos de esta naturaleza, ya sea buscándolos o copiándolos de otras latitudes o poniéndose a trabajar en ello muchos notables cerebros, si la gente que se busca o se selecciona como jurado no posee ni una pizca de probidad moral, ética, por muchas licenciaturas, PhDs. y diplomas que ostenten, la bienal no cambiará, muy por el contrario, seguirá por el despeñadero del desastre en el que está hoy lamentablemente inmersa.

            Un jurado no debe ser buscado porque simplemente sea extranjero, con piel blanca, cabello rubio y hable con un acento “raro” o resida en una ciudad que nuestros ojos aldeanos vean como “inalcanzable”.  Quizás, y es algo que se me ocurre, ese personaje que se busca como jurado por “vivir” en uno de esos lugares “sonoros” que llenan la imaginación de fantasías a las mentes pueriles, por mucha “bulla, bombos y platillos” que pueda además ostentar en el papel con sus credenciales profesionales (porque los currículum, amigos presentes, en el mundo de hoy también se fabrican), lo que puede estar realizando como verdadera labor, es el estar simplemente mirándose su propio rostro reflejado con el telón de fondo o de “la imponente Torre Eiffel”, o de la emblemática “Puerta de Alcalá”, o de la mítica “Puerta de Brandemburgo”, o quizás de la estilizada silueta del edificio “Empire Estate”, o cualquier otra cosa, pero eso sí, y de esto estoy plenamente seguro, todo ello enmarcado en la forma contenida del agua del retrete que tienen que limpiar para poder subsistir.

                                               Muchas Gracias. 

(Ponencia dictada el pasado 27 de octubre 2011 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo) Durante su participación en el Sexto Simposio Internacional de Crítica de Arte.   




Vladimir Velázquez durante su conferencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo
el pasado 27 de Octubre del 2011.


Ángel Haché , Elsa Núñez, Vladimir Velázquez durante
la ponencia.

                                                    

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