Cuarto Congreso Narrativa Visual en el Arte Contemporáneo. UASD

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Con el título “Narrativa Visual del Dibujo en el Arte Contemporáneo”, la Facultad de Artes (FA) de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) inauguró su IV Congreso de Artistas Plásticos, dedicado al destacado maestro del dibujo, Domingo Liz.
Domingo Liz fue una de las glorias del arte dominicano, poseedor de una gran conciencia artística y una amplia experiencia de vida, quien desarrolló su vocación creadora de la mano con su labor educativa, la cual ejerció por 42 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes y durante 28 en la UASD.
El evento, que se desarrolló en el Paraninfo Ricardo Michel, de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, estuvo encabezado por el decano de la FA, maestro Juan Tiburcio; quien ponderó la calidad, capacidad y aportes de los docentes de esa área, para América Latina y para el mundo.
La directora de la Escuela de la Escuela de Artes Plásticas, maestra Arelis Subero; pronunció el discurso de bienvenida y resaltó que el dibujo está en todas partes y en sus variadas diversificaciones (grafiti en pared, estelas en mapas o huellas mágicas, en superficies geográficas, en las constelaciones).
Asimismo, Subero señaló que desde principios de su existencia el hombre se esbozó en las paredes de las cavernas, conjugando las fuerzas de la naturaleza en forma mágica, para constituirse en el umbral del pensamiento simbólico como expresión artística más originaria de la humanidad.
Al referirse a la historia, apuntó que después de miles de años, en el devenir del tiempo se relaciona el dibujo como medio que trasciende en el movimiento simple e improvisado de la línea, a ser reflejo de los sentimientos subjetivos en la cultura cotidiana, hasta abarcar la relación conceptual de una imagen.
En el evento se ofrecerán 12 conferencias magistrales, con exponentes de vastos conocimientos en el mundo del dibujo y en el arte contemporáneo: Odalis Pérez, Abigail Peralta, Emmanuel Rodríguez, Delia Blanco, Amable López Meléndez, Mildred Canahuate, Leonel Garabito, Gabino Rosario, Plinio Chahín, Francisco Toribio, María Fals, Vladimir Velázquez, Indhira Hernández y Arelis Subero.
Algunos de los temas que se analizarán en el citado congreso son: “El dibujo conceptual y post conceptual”, “El espacio visible de la representación; concepción filosófica, ideológica y estética del dibujo”; “Alegorías en el trazo en las obras de Vicente Pimentel”; “Posicionamiento y revatización del dibujo en el escenario nacional”, entre otros.

El escenario también sirvió para entregar a la esposa e hijo del Domingo Liz señores Mercedes Morales y Pablo Liz, respectivamente; un dibujo trabajado por Gabino Ortiz, como reconocimiento al aporte que su pariente realizara a la de artes plásticas en el país.







Conferencia de Vladimir Velázquez:

Simposio de Arte de la UASD.

                                   Movilidad de la línea y poética del dibujo.
                                                                                       
                                                                          Por Vladimir Velázquez Matos.

            Antes de entrar en materia, amable público, quisiera hacer una breve presición del porqué es tan importante la creación artística en el hombre y su lugar en el orden natural del conocimiento general de las cosas que componen el universo, a su vez, lo que representa para mí el dibujo en el autoconocimiento o autorrealización espiritual, hermanándonos a todos los seres humanos como criaturas especiales que están destinadas a la trascendencia.

            Empezaré diciendo, tal como ha sido un hecho repetido desde los albores de los tiempos, que el hombre tuvo su primer atisbo de razón mirando a las estrellas, y a través de ellas se preguntó sobre su propio origen y el sentido de su existencia; en ese preciso instante de iluminación siempre mantuvo su vista dirigida al cielo, a la gran bóveda celeste tantas veces contemplada antes pero indiferente, ajeno al sublime espectáculo, y fue entonces cuando le encontró un sentido especial y se hizo su confidente constante, infinito, como el espejo de su alma que alimentaba su imaginación, y por ende, como viajero astral que merodea a través del irregular y pletórico trazado de las fulgurantes luces que conformaban sus diversas constelaciones y nebulosas vistas en el inabarcable manto celeste, mientras su fantasía iba recreando la más rica variedad de criaturas, deidades y objetos extravagantes de la más variada naturaleza que de sus formas infería, despertándosele, presumo, el deseo visceral de la representación plástica, primordialmente la gráfica, mucho antes de que existiera un proto lenguaje más o menos conformado, por así decirlo, cuando las cosas sólo se nombraban señalándolas.

            Mucho tiempo después, con el desarrollo de las civilizaciones y un instrumento que fue desarrollándose y el cual él mismo denominó: “método científico”, hoy, en apartados rincones del mundo, ensimismados en una compleja red de mediciones de energías contrapuestas, los modernos alquimistas del presente, quienes a diferencia de esos hombres primigenios que no sabían nombrar a las cosas y veían en los fenómenos de la naturaleza la acción de fuerzas de dioses y entidades supranaturales, van forjando sus verdades sobre el origen del universo en el marco de complejos silogismos físico-matemáticos y fenómenos paradójicos: pulsaciones de un “supuesto” primer estallido, el llamado “Big Bang”, el cual se supone es el fundamento de todo lo existente, y que el resto de los mortales llamamos: “Dios”, mientras en el evangelio de Juan, el discípulo más cercano al Maestro, denomina con extraordinario acierto poético y ontológico como “El Principio del Verbo”.

            “En el principio era el Verbo”; así comienza su evangelio de manera clara, diáfana, bella…, sólo que creo, y perdonen mi presunción, que esta maravillosa imagen poética no está del todo completa.  Digo ésto porque si bien es cierto que el verbo, la voz, la palabra, es el instrumento creativo por antonomasia del hombre y, por tanto, de Dios, su eterno creador, creo así mismo que “el punto”, ese misterio de la geometría tan inasible y abstracto del mundo visible, el principio gráfico-espacial infinitamente pequeño e indefinible y con el cual se traza todo cuanto existe en la naturaleza, puesto que una serie sucesiva de puntos conforma una línea, además de que todo el universo que podemos aprehender o asir a través de los ojos, es un puro y complejísimo diseño de formas cambiantes con una sucesión aritmética perfecta que, Fibonaci, un matemático florentino en el siglo XIII descubrió: desde la armonía de una simple nervadura de una hoja, hasta las complejísimas circunvoluciones elípticas de una galaxia; conformación de un estremecimiento divino perfecto de estructuras que cumplen una función específica en el cosmos, y no está supeditado, insisto, en la palabra, el sonido, aunque bien pueda complementarla a la perfección, empero, se vale la línea así misma, pues entiendo que el razonamiento en el uso de ella en sus diversas aplicaciones es uno de los pilares que caracteriza la irrepetible originalidad del hombre por sobre las demás criaturas existentes sobre la faz de la Tierra.

            Y sin querer presumir, por el hecho de usar la línea como oficio, diría que el poder representar cuanto vemos en nuestro derredor, ese universo de formas diversas o lo que nos infiere el mundo en nuestro interior, es algo que parangona al artista con el Creador, lo cual nos abre un amplio abanico de posibilidades para la comunicación perfecta con nuestros semejantes.

            Por tanto, amable público, en esta charla la cual me ha tocado compartir con ustedes, se me ha pedido que les hable de la movilidad de la línea y la poética del dibujo, y creo que es un tema que amerita de algunas precisiones a fin de que podamos entender de qué se trata ésto de aflorar uno de los recursos expresivos más esenciales de la comunicación con mayúsculas entre los hombres como lo es el arte del dibujo.

            En la presente oportunidad que me brinda este magno escenario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en el marco de este importante encuentro con ustedes, voy a insistir en lo que siempre ha sido una constante en mi vida como profesional en el oficio creativo de dibujar, esto es, de siempre defender la práctica del dibujo como elemento esencial de las artes plásticas y visuales, ya que desde mi humilde punto de vista, sin su conocimiento y cabal dominio es imposible alcanzar las metas de excelencia en ninguno de los lenguajes plásticos existentes, pues careciendo de los recursos expresivos como volumen, gradación tonal, claroscuro, ritmo, perspectiva, proporción o canon, anatomía, composición, entre otros, lo único que se logra es un torpe y chapucero balbuceo que, paradójicamente, es tan apreciado y aplaudido en estos tiempos de vacuos relativismos y conceptos “líquidos”, como acertadamente los definió Bauman, y que muchos denominan con bombos y platillos “arte contemporáneo”.

            El dibujo es a la pintura lo que la armonía y el contrapunto es a la música, lo que la gramática y la sintaxis es a la literatura, el desarrollo físico y la musicalidad a la danza, o el conocimiento de la dramaturgia y la técnica audiovisual al cine.

            En otras palabras, el dibujo es el cimiento en el cual se erige el siempre difícil arte de la pintura, la escultura, la arquitectura, la escenografía, el diseño gráfico y de interiores (hasta la fotografía va incluída, si no, mírense los maravillosos dibujos de Cartier Bresson).  No en balde el gran pintor y académico francés, Jean Auguste Dominique Ingres, arengara con insistente tozudez a sus discípulos: “se pinta como se dibuja y se dibuja como se pinta”.

            Pero el dibujo no sólo se circunscribe a ser una simple y humilde herramienta preparatoria para otras técnicas y lenguajes, sino que tiene su propia autonomía estética, llegando a ser una buena pieza gráfica tan o más valiosa que una pintura o una escultura.

            Ahí tenemos como ejemplo, para el disfrute de los amantes y aficionados del arte de todos los tiempos, la extraordinaria colección de dibujos agrupados en diversos códices que nos legó el genio más grande del Renacimiento, Leonardo da Vinci, en donde se puede seguir, paso a paso, su singular evolución como artista y hombre de ciencia adelantado a su época, con tratados anatómicos, artefactos mecánicos, geológiocos, hidrológicos, arquitectónicos, botánicos, además de cientos y cientos de bosquejos para sus obras pictóricas (se dice que hacía tantos, que a la hora de pintarlos ya no tenía interés en el tema).

            En ese mismo cuadro de honor están incluidos, ya que dejaron una impronta de centenares de magníficos dibujos (muchos de ellos lecciones magistrales en ese tenor), a artistas colosales como lo son los también los italianos Miguel Ángel Buonarrotti y Rafael, así como al alemán más universal y mi artista favorito, Alberto Durero, cuya obra gráfica (dibujos, xilografías, grabados en cobre, acuarelas, etc.), supera en calidad  a su ya de por sí importante producción pictórica.

            Posteriores a ellos, pero tan señeros, a mi entender, incluiría en esta lista como grandes dibujantes  al escenógrafo y arquitecto Íñigo Jones, Hans Holbein, Pedro Pablo Rubens, Rembrandt (quien se puede considerar tan genial dibujante como Leonardo además de ser el más grande aguafuertista de su tiempo), a Watteau, Tiépolo, Piranessi, Fragonard, Francisco de Goya (otra cumbre del dibujo y del grabado), Ingres, Delacroix y Chassériau.

            El impresionismo brilla en ese renglón con George Seurat (el maestro del puntillismo), Degas, Van Gogh y Aubrey Berdsley.

             En el siglo XX irrumpen con arrolladora fuerza telúrica artistas como Matisse, James Ensor, Paul Klee, Salvador Dalí, Diego Rivera y José Clemente Orozco, así como el más brillante transgresor de todos los “ísmos”, el maestro absoluto de la línea y el diseño: Pablo Picasso.

            Como pueden apreciar, queridos amigos, todos estos formidables talentos poseían una solidísima formación dibujística, la cual había sido adquirida con ingente esfuerzo y dedicación en años de ejercicio constante, tal como adquieren sus destrezas los músicos virtuosos en la cotidiana práctica de sus instrumentos, o los bailarines de ballet en sus rigurosos ejercicios frente a la barra, lo que les permitió hacer y deshacer a su entero gusto y crear las obras maestras que todos apreciamos con infinito deleite.

            En nuestro país hay un grupo de dibujantes ejemplares, todos excepcionales, que desde el gran maestro Jaime Colson, cuya obra en la actualidad está siendo valorada en su justa dimensión univesal, tiene eslabones esenciales que como Eligio Pichardo, Paul Giudicelli, Domingo Liz, Ada Balcácer, Clara Ledesma, Aquiles Azar y Ramón Oviedo, son los portaestandartes de valores artísticos y culturales que nos enorgullecen profundamente a todos los dominicanos.

            En posteriores generaciones tenemos al gran artista y profesor Amable Sterling (uno de los más grandes creadores plásticos vivos de nuestro país y de nuestro  continente), Chichí García Cordero, Fernando Ureña Rib, Rosa Tavárez, Jorge Severino, Ángel Haché, Manuel Montilla y Alberto Bass.  En las generaciones actuales y emergentes, existe un grupo estupendo de artistas del dibujo que no se quedan atrás, entre los que encontramos a Mayobanex Vargas, Julián Amado, Iris Pérez, Rosalba Hernández, Jorge Pineda, Dustin Muñoz, Manuel Toribio, José Sejo, Leonardo Durán, Inés Tolentino y muchos otros.

            Así podemos apreciar el por qué el arte del dibujo es tan importante para la creación plástica (y hasta para la audiovisual, bástenos recordar los diagramas de acción de la película Alexander Nevski de Einsenstein, o los cuadernos de notas de Andrei Tarkovski, todos llenos de dibujos y anotaciones para sus filmes, o los story boards de Hichcock para sus obras de suspenso), que contrario a la creencia de algunos jovencitos y de otros no tan bisoños, no se pueden brincar años y años de arduo y diligente estudio para triunfar con los muy alabados garabatos chorreantes o las tonterías minimalistas de mal gusto que apadrinan los consabidos “conocedores” y galeristas  de todas partes, considerando esas “cosas” (…) como la gran manifestación del arte contemporáneo, en otras palabras, de lo burdamente mal hecho como si fuera genuino arte.

            Y para concluir estas palabras, amable público, sólo deseo compartirles unas breves pinceladas de mi experiencia como artista, no sin antes expresarles que probablemente sea el dibujo, y ninguna otra manifestación artística del hombre, la que nos sobreviva a todos, puesto que como es sabido, nuestra estrella madre, el sol, llegará en algún momento a su fin al consumir la totalidad de su combustible principal, es decir, el hidrógeno, y cuando ello ocurra, sucederán una serie de hechos físicos y cósmicos de repercusión apocalíptica, tanto así, que los astrofísicos predicen un último día prefecto, y después de ese día nuestro astro rey crecerá de una manera masiva y descomunal engullendo a todos sus planetas circundantes, incluida, ya se sabe, a la Tierra, y crecerá hasta convertirse en una estrella roja gigante o supernova que esparcirá todas sus últimas reservas  por el espacio exterior y a transformarse en una enana blanca o quizás una estrella de neutrones, y si el hombre desaparece, ya sea porque antes se ha autoaniquilado debido a una conflagración nuclear, o ha seguido existiendo pero no ha logrado conquistar otros mundos fuera del sistema en el cual vive, no habrá testigo ni vestigio en el universo material de nuestra existencia, salvo una sonda espacial que desde siglos o tal vez milenios siguirá sobrevolando los solitarios campos infinitos del cosmos; esa nave permanecerá incólume con una placa grabada, adherida en uno de sus flancos para ser vista o leída por seres de otros mundos, y en esa placa hay un dibujo en donde están representados las figuras de un hombre y una mujer, nuestro lugar en el sistema solar y una esquematización del átomo de hidrógeno, el elemento más común del universo, fantasmas de una civilización que creó muchas cosas, buenas y malas, pero se redimió a través del arte.

            Y al finalizar esta perorata que espero no les haya cansado, les diré en breves palabras qué representa dibujar para éste, su humilde servidor.

“Cada mañana, mientras despierto y no despierto, hay una paradoja que se mantiene en mis pensamientos, ¿estoy soñando o estoy en vigilia? O ¿será el delicioso duermevela que me permite no enfrentarme a la aletargante cotidianidad? Y aún, con un ojo abierto y el otro medio cerrado, no me es posible desprenderme de las imágenes y criaturas que la noche anterior han abordado en alocado climax a mi mente (¿o será que yo he penetrado ese mundo de fantasías y me resisto a abandonarlo con todo y acompañantes?), mientras el día, en su transcurrir amodorrado de sucesos de vanos sentidos, me asalta una sóla pregunta: ¡caramba…! ¿Es un par, tal vez muchas más o quizás una sóla criatura, las que han logrado seguirme desde la oscuridad de la noche a través  el resto del día acompañándome en mis nada interesantes labores cotidianas de simple mortal que aún respira?” 

“A pesar de que se comportan con no poca necedad, como si de moscas o bichos voladores se tratase, nunca les grito o las molesto; las dejo que se me peguen como esporas a la piel y me susurren en lo profundo de mis tímpanos, mostrándome en el interín lo que son: seres solitarios que buscan a alguien para que los pueda  materializar, los represente con un lápiz o una barra de carbón y puedan por fin existir con una vida autónoma, en el leve marco de un cuadro, su universo vital, ya que si me resisto a bosquejarlas, ellas jamás me darán sosiego, y es sólo en el momento en que me siento en la tranquilidad de mi habitación, con mi libreta de dibujo en la mesa, mis lápices, colores, pinceles y tinta, es cuando empiezan a emerger, y van enseñándome, paso a paso, su precaria existencia y razón de ser, surgiendo de la soledad de mi refugio y del trabajo constante de horas y horas de transpiración e inexplicable misterio, su imagen aproximada, realizada más o menos con justicia, y creo, que con cierta habilidad, y ellas o ella, la criatura, termina materializándose con un saludo, el cual, por fin, deja mi mente en paz hasta el momento, vencido por el cansancio, en que ponga mi cabeza en la almohada para nuevamente volver a soñar”.

                                                          Muchas gracias.

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