A mi amigo Ángel Haché : In memorian.
A mi amigo Ángel Haché: In memorian.
Por
Vladimir Velázquez Matos.
¡Caramba… se nos ha ido Ángel Haché!,
una de las personas más positivas y entrañables que he conocido jamás en este
país; un artista de primera línea y versátil (era un gran actor además de un magnífico artista plástico), gran ser
humano y amigo al cien por cien con quien siempre se podía contar. Ángel ha dejado este plano y como su nombre lo
deja indicado, es otro ángel más que está ahora junto al Padre Creador.
No sé cómo expresar mi inconformidad
ante la partida de Ángel, con tanta gente perversa e inmoral que abunda en este
mundo tan corrompido, con tanto político vagabundo que hace de las suyas
dejando a este país en la podredumbre más abismal y abyecta, con tanto
ciudadano inconsciente que violenta todos los principios del buen convivir, y
que gente como él, y como su esposa Elsa, nos hacían pensar de que no todo
estaba perdido, pues ellos representan esos modelos de decencia y actitud
positiva de las cosas bien hechas, tanto desde su vida profesional como
artistas de excepción, como también de personas modélicas e intachables a
seguir.
Tengo en mi memoria la primera vez
que supe de ellos, de Ángel y Elsa, cuando recién llegados de España, hicieron
una magnífica muestra conjunta en el Palacio de Bellas Artes allá en los años
setentas del siglo pasado, y aunque yo era apenas un niño de diez u once años,
recuerdo muy bien que me impresionaron muchísimo las obras de esos entonces
jovencísimos artistas.
Posteriormente, cuando el maestro
Cándido Bidó abrió su escuela de arte, Elsa y Ángel eran parte del equipo de profesores
que impartían docencia en esa institución, recordando gratamente quien esto
escribe, que Ángel Haché fue mi maestro de dibujo, rememorando su gran
dedicación y sus doctas explicaciones en la teoría de la composición y el
claroscuro: “No rellenes tanto el plano pictórico; déjalo respirar” –me decía
él a mi afición a no dejar ni un huequito vacío en el dibujo.
En los ochentas, lo vi actuando
teatro, y teatro clásico de verdad: “Tartufo” de Moliere, quedándome sumamente sorprendido
ante su gran dominio escénico y magnífica dicción, corroborando lo realmente
bueno que era en un papel de múltiples matices y gran elegancia; desde ese
momento Ángel se convirtió para mí en un gran referente.
Años después, estreché un gran lazo
de amistad con este par de maravillosos artistas y mejores seres humanos,
quienes siempre me tenían muy en cuenta en muchas cosas, y me regalaban una
justa palabra de orientación y de buenos deseos para mí o para cualquiera que
se les acercara.
Y aunque trabajó mucho en su gran
pasión que fue el cine, siempre tenía una espinita de inconformidad con las
producciones locales, en donde me decía del gran problema del cual adolece el
cine dominicano, el cual, no es un secreto para nadie, es la carencia de buenos escritores para los guiones, en el que si bien puede haber
alguna que otra película de incuestionable calidad, a la mayoría no se le podía
clasificar como tales, sino como cualquier “cosa” (cuadros de comedia
televisiva filmados para pantalla grande); y esto lo decía porque él fue un
egresado de honor de la escuela de cine de Madrid, en donde tuvo a grandes profesores
que le enseñaron todos los secretos del oficio y que él a su vez transmitía a
sus muchos discípulos.
Creo que uno de los momentos más
gratos de su vida fue cuando realizó su exposición individual en Bellas Artes
con temas alusivos a la Guerra de Abril, en donde utilizó como leit motiv un
magnífico poema escrito por él en su juventud, y desplegó en los espacios de
ese majestuoso centro, una muestra impactante que aún recordamos con
entusiasmo.
Y aunque Ángel vivía una existencia
plena de realizaciones personales, siempre llevaba a cuesta una inconformidad
que fue tornándose en tristeza y rabia por las barbaridades que él veía que no
funcionaban en el país, de que a pesar que esta sociedad ha avanzado mucho
materialmente hasta parecernos un remedo chiquito de Nueva York con todo y sus
subway y rascacielos (pero sin sus bondades), hay, sin embargo, en este
presente que padecemos, miles de incongruencias que no existían en otras épocas
de la historia reciente de nuestro pueblo, cosas esenciales que como la salud,
la educación, la seguridad ciudadana, y muy en especial, en la cultura (hoy
borrada del mapa por la cultura del tigueraje y patrocinada desde un
ministerio), los dominicanos hemos desandado a pasos agigantados muchas décadas
hacia atrás, situación ésta que lo ponía de un extraño humor entre huraño y negro retinto.
Hoy, Ángel, no estás más con
nosotros, con tu amada compañera Elsa, sin embargo tu recuerdo pervive y
seguirá así a través del tiempo, pues sembraste con talento las tablas
dominicanas y llenaste de magníficos dibujos y pinturas las galerías y museos
nacionales, siendo lo que dije en un principio, un referente de excelencia para
las nuevas y futuras generaciones. Adios
estimado amigo.
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