Carta a un joven pintor.
Carta a un joven pintor.
Por Vladimir Velázquez.
Apreciado
colega.
Agradezco
la deferencia que ha tenido usted en su emotiva carta hacia mi persona, a fin
de orientarlo en su incipiente, y, auguro, exitosa carrera artística; una carta
cuyas bellas y elogiosas palabras no creo en absoluto merecer, esperando estar
a la altura de sus expectativas. Y sin más preámbulos, paso a comentarle que la
plástica es una carrera verdaderamente hermosa y llena de satisfacciones personales,
a la vez que muy difícil, porque no está exenta de contratiempos y frustraciones,
no por la disciplina en sí, sino por los avatares que el artista genuino
afronta en el propósito de que su visión personal llegue a un público, el cual,
en no pocas ocasiones, es incapaz de comprender.
Me
pregunta de dónde provienen las imágenes que pinto, a lo que le respondería
sencillamente que del mismo trabajo, de la misma obra, es decir, de los
fantasmas que me persiguen y lleva consigo cualquier artista, los cuales aunados
al esfuerzo que he ido realizando, me ha llevado a configurar la imaginería que
es mi sello distintivo, y todo esto sin buscar ex profeso lo que hago, sino,
parafraseando una idea de Picasso, a saber, encontrando “cosas” mientras paseo
con mi imaginación: “la imagen que por sí sola va dictando, cual si fuese un ser
vivo, lo que esta necesita”.
Como
se habrá dado cuenta, soy insistente en lo que respecta a la laboriosidad y al
rigor técnico, a no hacer las cosas por hacerlas, sino buscando un sentido en
la armonía y la belleza, aún haciendo
imágenes que pueden parecer horrendas y que caracterizan mi estilo, porque soy
de los que cree, y en esto soy categórico, que por muy dantesco que sea el
origen de nuestra inspiración, nunca se debe caer en lo trivial, en lo vacuo y,
peor aún, en lo vulgar, todo lo contrario, nuestra obra como artistas debe
aspirar a la grandeza de lo trascendente, a la poesía, aún cuando no
encontremos adeptos inmediatos a nuestras aspiraciones, porque lo único
importante, mi buen amigo, es la sinceridad de nuestro corazón como creadores
que somos, esa emoción o energía que habla en un lenguaje universal en
cualquier época y lugar.
Por
eso le recomiendo que estudie profundamente a los grandes maestros (ya sea en
libros o en museos), porque ellos han traspasado con éxito la tentativa del
tiempo y sus obras son prueba viviente de la grandeza del genio en esta crisálida
temporal que llamamos vida. Hay que
estudiar hasta absorber la esencia de personalidades que como Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Tiziano, Durero,
Grünewald, el Bosco, Rembrandt, Vermeer, Velázquez, el gigantesco Goya, todos
los impresionistas, los grandes expresionistas alemanes, Picasso, los
surrealistas, etc., hace añicos a tanta voz petulante y esnob que busca
inocularnos el gusto por la podredumbre del arte contemporáneo, sobre todo de
los últimos treinta años, el cual sólo sirve de leña para el fuego (salvo
honrosas excepciones), engañando a millones de incautos alrededor del mundo.
En
otro apartado de su carta, usted me pregunta si es posible vivir del arte, y
muy en particular en nuestro país, a lo que le respondería que “sí y no”, puesto
que en ninguna época ha sido fácil para el artista subsistir exclusivamente de
su trabajo (aunque muchos lo han logrado y algunos hasta han amasado verdaderas
fortunas), y aunque indudablemente es una aspiración genuina para un
profesional que se ha pasado la vida estudiando y perfeccionando su talento,
hoy, en esta mal llamada “posmodernidad”, en donde al disparate y el esperpento
torpemente manufacturado, se han unido voces “autorizadas” (los infaltables
“curadores”) a través de eventos de mucha nombradía mediática, que amalgamados también
a la grandes farsas que representan las archiconocidas casas subastadoras internacionales,
han colocado en la estratósfera de la cotización a nuevas vedettes del hit
parade cultural, algunas destazando reses o haciendo gigantescos suvenires
infantiles de cartón piedra y fibra de vidrio, todo ello con el beneplácito de
nuevos gurúes manipuladores en esta época de capitalismo salvaje, quienes en su
carencia absoluta de una ideología enaltecedora del espíritu humano, tratan por
las malas de justificar sus aberraciones.
Para
vivir, joven colega, trate por todos los medios posibles de vender, y vender
bien, y si no puede hacerlo porque las circunstancias le son adversas, de
realizar otra actividad paralela que le brinde el sustento para usted y su
familia (si la tiene), y siga trabajando su obra independientemente de todos los
reveses que le depara la vida para realizarse usted mismo como artista y como
persona, porque a usted Dios le ha bendecido con un don, que es el de crear
belleza para brindárselo a la humanidad, sin jamás darle la espalda a la
vocación justificándose con que tiene problemas económicos: ¡todos los tenemos!. “Recuerde que usted no eligió la vocación, la
vocación lo eligió a usted”.
Hago
memoria cuando aquí en el país, en una época que ahora parece lejana, a
mediados de los años ochentas al iniciarme en la plástica, justo cuando tenía
su misma edad, se sentía una efervescencia motivadora por todas las
manifestaciones del arte y la cultura; habían muchas más galerías que ahora (existía
una Casa de Bastidas con varios programas semanales de exposiciones y puestas
en circulación de libros, hasta que la estulticia “oficial” la borró para siempre
levantando en sus espacios un horrendo museo temático), se acudía con
frecuencia a salas de arte y ensayo (el teatro del Ballet Santo Domingo, Nuevo
Teatro, etc.), además habían muchísimas librerías y tiendas de discos (Fermata
era una referencia), y todos los periódicos del país tenían excelentes
suplementos culturales en donde publicaba lo más granado de la intelectualidad
dominicana (con el mejor suplemento de todos: “Isla Abierta”, dirigido por el
inmenso y siempre bien recordado amigo Manuel Rueda); y si eso era poco, venían
muchas compañías teatrales y de ballet reconocidas a nivel mundial (no los “chicharritos”
con panas y amiguetes que recogen de aquí y de allá engañando hoy a todo el
público), recalando grandes figuras de la música y de la vida intelectual del
continente, en fin, si bien como país no éramos algo excepcional en ese tenor,
si lo comparamos con la lamentable y absurda actualidad, pareciera la tremebunda
confrontación entre el Parnaso griego que se va rindiendo de manera inexorable al
limbo bullanguero del colmadón de barrio al que nos hemos ido amodorrando hasta
rayar la colectiva mediocridad.
Y
debo decir, estimado joven, ¡que sí..!, que es verdad que la gran mayoría podía
vivir dignamente de su trabajo artístico en ese entonces, pero que por una
razón u otra, poco a poco, el mercado comenzó a colapsar: ora por la ola
especulativa de los marchands que vendían a instituciones públicas y privadas
verdaderas “metrallas” de los “Juan de los Palotes” del momento, ora por
numerosos críticos mercenarios que con sus “oficios” crearon monstruos sagrados
con pie de barro, ora por la falta de apoyo institucional del Estado que sólo
se interesó por un grupito reducido de “artistas” cercano a los círculos de
poder, otorgándoles grandes contratas multimillonarias a cambio de obras de
escaso valor, ora por las premiaciones caprichosas de los principales concursos
nacionales que mediante el amiguismo y la filiación a los diversos cenáculos
(sobre todo sin el prefijo) del arte del país, han otorgado premios a diestra y
siniestra (ahí están todos los premios de unos años a la fecha que no me dejan
mentir), ora las falsificaciones de todos los maestros habidos y por haber a precios
que dan vergüenza.
Es
penoso, estimado amigo, que existiendo hoy día un Ministerio de Cultura el cual
no existía hace treinta años, la fecha cuando yo me inicié en estas lides como
artista, hoy todo sea tan disfuncional, torpe y chapucero, y que a dos años de
iniciarse una gestión que supuestamente iba a cambiarlo todo, las cosas estén hoy
peor que nunca claramente sirviendo para fines populistas y electoreros. Es penoso ver como no se aprovechan las
experiencias de muchas naciones que han tenido éxito en sus diversos proyectos
culturales, y no necesariamente de las naciones denominadas del primer mundo,
no, sino de las del entorno inmediato, como Cuba y sus casas de la cultura, de
Venezuela y su sistema de orquestas sinfónicas juveniles, de Colombia y su
magnífico teatro experimental, de México y Perú con sus inigualables academias
de artes plásticas y visuales, de Argentina y su extraordinaria escuela de
cine, etc., en fin, que esta administración sólo se ha concentrado y
vanagloriado de sus “cantautores y los bachateros” (no tengo nada en contra de
eso, siempre y cuando apoyen todo lo demás), ahora dizque haciendo una
“orquesta sinfónica de reos”, cuando la Orquesta Sinfónica Nacional y la
Juvenil Juan Pablo Duarte, la de los profesionales que han estudiado durante
años y años quemándose las pestañas para perfeccionar sus destrezas en sus
instrumentos, hacen lo imposible para sobrevivir precariamente. Sin embargo, mi estimado colega, ahí usted
ve, a un ministerio haciendo más de lo mismo, con cuantiosísimos recursos para
dilapidarlos en el mastodóntico esperpento ese de la “Feria del libro”: burla
absoluta para todos los seres pensantes de esta media isla; un evento que a fin
de cuentas celebra el colapso total del libro como instrumento fundamental de
la cultura en un país en donde pocos leen, y en donde sus librerías han sucumbido
como fichas de dominó una tras otra, y en el que el record de ventas sólo lo
acaparan los “mata tiempo” y todo tipo de golosinas a base de maíz rellenas de vaya
usted a saber de qué.
Para
concluir, joven colega, sólo le diré que trate de echar hacia adelante, supérese,
olvídese de apoyo gubernamental y demás yerbas: “los políticos y funcionarios de
turno sólo buscan a los artistas e intelectuales para sus fines partidistas y
para que les den un poco de brillo a sus opacas gestiones (la excepción a la
regla fue la de Miguel Cocco, un hombre exquisito y sensible a las Bellas Artes,
quien fue además un extraordinario ser
humano abanderado de las mejores causas de la patria), porque al resto nada de
esto les importa, pues lo ignoran todo.
Desconocen que en las grandes corrientes de la historia humana, siempre
ha habido hombres y mujeres insignes que han colmado de gloria a sus pueblos y
culturas. Póngase a pensar usted, lo que habría sido de Florencia
sin la corte de los Médicis, de Roma sin el patronazgo de los Papas, de
Inglaterra sin Isabel I y sus grandes gobernantes, de España sin Carlos V ni su
hijo Felipe II, de Francia sin Luis XIV ni Napoleón Bonaparte, de la naciente
Estados Unidos sin Franklin, Jefferson o Washington, de China sin sus grandes
dinastías alimentadas en la tradición taoísta y confusionista, y un amplio
abanico más de ejemplos que no mencionaré para no abrumarlo: simplemente no
existirían, no existiría la humanidad tal como es hoy, y que si bien tiene muchas
cosas reprochables, no habría la riqueza y diversidad absoluta de todo lo
creado por el hombre. Simplemente
seríamos un inmenso estercolero de chismes e intrigas de seres que sólo hacen
una labor para comer, dormir e ir al baño todos los días.
Me
despido de usted esperando poder conocerlo personalmente además de apreciar su
obra de primera mano, recomendándole que siga trabajando y perfeccionándose (la
juventud es para sacarle todo el jugo a la vida), además de ponerse dos
orejeras de cada lado a fin de concentrarse en lo que de veras es lo importante:
“la belleza que mana de su espíritu y se expresa a través del pincel con obras
que serán imperecederas al paso de los siglos…”
Un
abrazo.
“Un artista
con los ojos abiertos”
(Inspirado en Cartas a un joven novelista de Mario
Vargas Llosa)
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