Ureña Rib In Memorian

                                 Pieza del mes: Fernando Ureña Rib (In memorian).

                                                                                             Por Vladimir Velázquez Matos.

            No me lo podía creer; un buen amigo me llamó muy temprano en los días finales del pasado año (28 de diciembre para ser más exactos) y me dio la mala noticia: “Fernando murió en Berlín a la víspera de un trasplante de pulmón…”   ¡Pero, no puede ser, si yo lo había visto no hacía más que unos cuantos meses atrás en un céntrico mall aquí en Santo Domingo y lucía igual que siempre, pleno de vitalidad y salud!  Lo pienso y aún no me lo creo, pero así es la vida: un día estamos aquí exultantes y colmados de energía positiva con muchísimos proyectos maravillosos armándose en la mente, y así, como quien no quiere la cosa, fácilmente nos vamos, desaparecemos, tal como lo hace un frágil diente de león perdido tras una violenta ráfaga de viento.

            Así se fue Fernando Ureña Rib, uno de los más importantes artistas dominicanos de todos los tiempos, con una trayectoria tan amplia, abarcadora y trascendente en tantas disciplinas diversas, que pareciera obra de innumerables individuos que se decantan cada uno en un oficio hasta llevarlo a la misma perfección, porque en todo lo que él se propuso como meta, lo realizó con primoroso profesionalismo y belleza, no sabiéndose con exactitud si era más pintor que dibujante, escultor que escritor, erudito en muchas cosas (hasta compositor de canciones) que crítico de arte, ser humano excepcional que trotamundos incansable.

            Y esa trascendencia de Fernando no era cosa de unos cuantos años hasta la fecha actual, ya que cuando quien suscribe estas líneas se inició en las lides del arte, allá a mediados de los años ochentas, él ya era una figura cimera de la plástica nacional con innumerables exposiciones en su haber, tanto en el país como en el extranjero, con una fama y cotización en ascenso y figurando su nombre y obra en  conocidas publicaciones de los circuitos más importantes del arte a nivel mundial, por lo que decir: “es un Ureña Rib”, infundía respeto y admiración.

            Quien conoció a Fernando sabía lo accesible que era, lo caballeroso o “gentleman” que manifestaba su trato fino con los demás, lo generoso que fue con los colegas, al punto de prácticamente incluir en su página de internet a todos los que él consideraba eran de tener en cuenta, ya sea un gran maestro de la plástica nacional, así como a cualquier joven desconocido que él advirtiera tuviese talento; era, en pocas palabras, un verdadero artista consciente de que su labor creativa tenía también un fin social que servía para divulgar los mejores valores espirituales de nuestro pueblo.

            Por eso nunca se doblegó ante el esnobismo de las nuevas tendencias de la vanguardia que se han enquistado como garrapatas en nuestro medio, con toda esa plétora de anti-arte que aboga por el escándalo mediático, lo mal hecho e irreverente,  y, sobre todo, lo vulgar, en la que era un crítico acérrimo al que se le escuchaba y leía con respeto (basta recordar sus críticas duras pero certeras a no pocas de las ediciones de la Bienal Nacional).  Él, en ese tenor, tenía una frase que usaba a menudo: “Hay tres estadios en el arte actual: el ser uno mismo, el parecerse y el parecerse a…  En este último punto están muchos de los que participan en las bienales”.

            Siempre sentí una enorme admiración (a la vez que sana envidia) por la facilidad y maestría con que dibujaba; podía hacerlo en cualquier lugar y circunstancia: tanto mientras charlaba con alguien, así como escuchaba una conferencia o esperaba por alguien, etc., tal como también se dice estaba dotado Rubens con esta desenvoltura, y cada esbozo era simple y sencillamente una lección magistral en esa disciplina, con una belleza y limpieza en el trazo y la intención plástica que era apabullante.  Una vez le pregunté: “¿Fernando, y cómo es que lo haces?”  A lo que me respondía: “Sencillo, tomo el lápiz y me dejo llevar por el tema escuchando música, o cuando alguien me está leyendo un libro o me da una receta de cocina; no sé, es divirtiéndome en el proceso…   Más nada”.

           
            Y así era su disciplina con la pintura, en donde este trabajador verdaderamente incansable (un verdadero “workcoholic”) madrugaba para de inmediato ponerse felizmente a pintar, en el justo momento en que siempre empiezan a cantar los gallos anunciando la alborada, manifestando con su sublime paleta todas las combinaciones  colorísticas imaginables de las que él era capaz de recrear en sus bellas doncellas-ninfas, faunos de ensueño y enigmáticas figuras orgánicas.

            A todo esto se añade su brillante faceta de escritor, tanto en el género narrativo como en el ensayo y la crítica de arte, en donde manifestaba no sólo una cultura organizada y de múltiples intereses,  sino un estilo rico e impecable, además de una agudísima imaginación que lo llevaba a abordar todos los temas (amor, suspense, terror, ciencia ficción, etc.), cualidades que por sí solas lo fueron consolidando como una figura con mérito propio en ese medio tan estricto y riguroso, un verdadero literato, y no como suele suceder con otros artistas, es decir, el de ser un pintor que escribe.

            Era un melómano cultísimo que tenía facilidad de poder interpretar muchas piezas al piano, además de componer canciones, y si a eso se le agrega que también era un magnífico cineasta, con algunos cortos realmente estupendos, nos damos cuenta de la gran pérdida para el país que ha representado su partida de esta dimensión material; una pérdida irreparable y totalmente a destiempo, en un momento en que le daba brillo con su presencia al servicio exterior cuando más necesitamos de personas que como él, son los grandes embajadores del arte y la cultura, ajenos a las dobleces y mezquindades político partidarias con que espíritus pequeños, de baja ralea, avasallan otros litorales con lo menos bueno como representación de nuestra bella tierra quisqueyana.

            Que descanse en paz quien en vida fue un extraordinario maestro del arte además de un dominicano ejemplar.

            “Hoy, Fernando, tu nombre figura para siempre en el panteón de los inmortales”.
                               

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